La formación comienza con el ejemplo
- Gorzad Pumarino
- 12 jul 2019
- 3 Min. de lectura
Cuando nos ponemos al mando de un equipo, de una empresa, cuando adquirimos el rol de líder, una de nuestras mayores prioridades debería ser ocuparnos de nuestra propia formación.

Una formación que se podría definir como “autónoma”, ya que debemos tener la inquietud por estar continuamente al día, conocer nuestro negocio, a nuestro equipo, y sobre todo, las nuevas técnicas de dirección, que no nos permitan anclarnos en el pasado, ya que todo se renueva y el liderazgo y la gestión del talento no deben ser la excepción.
Además de nuestras aptitudes, debemos tener la actitud positiva necesaria que nos permita avanzar continuamente. Recordar que cuando hacemos algo por primera vez aprendemos, el resto de las ocasiones posteriores, entrenamos. Y así es, la vida es un entrenamiento continuo, ya que debemos estar poniendo en juego constantemente todos los conocimientos adquiridos. Y eso ocurre en el trabajo, en las relaciones con amigos, con la familia, cuando vamos a comprar, cuando nos tomamos un café… siempre poniendo en juego un feed back positivo que nos permite mejorar nuestras relaciones en todos los ámbitos y entornos.
Desde nuestra posición de líder es obligatorio estar abierto al aprendizaje de los miembros de nuestros equipos, además de tener inquietudes intelectuales propias.
Un error muy habitual que se solía dar, y se sigue siendo aunque afortunadamente cada vez menos, en estilos de dirección más antiguos era el de pensar que reconocer que no se conocía algo al 100% situaba al líder en una posición de debilidad. Y no es así. Es una grave equivocación pensar que quién está al timón no tiene que pedir consejos a un miembro del equipo. Eso no hace perder autoridad. Al contrario, lo que hace es ponernos en una posición de fortaleza, ya que reconocemos que no sabemos y que necesitamos ayuda y que alguien que tenemos cerca puede apoyarnos.
Esa humildad y reconocimiento de una situación determinada nos hace ganar credibilidad ante nuestros colaboradores, y eso nos ayuda a ganarnos su apoyo. Es una gran frivolidad no aprovechar el conocimiento y el talento de las personas que forman nuestros equipos.
Como líderes de equipo y gestores de talento, nuestra máxima preocupación debe ser la formación continua de las personas, y que no debe limitarse a los cursos propios que imparten las empresas. La formación, y la gestión del talento podemos desarrollarla en cualquier instante, en una situación determinada, allí donde podemos encontrar un ejemplo que compartir con las personas, en una charla informal, tomando un café con ellos, cuando escuchamos una canción, etc., etc.
Cualquier momento es bueno para poner en juego los valores que nos permiten fomentar el crecimiento profesional, emocional y personal no sólo de nosotros mismos, sino de toda la gente que nos rodea.
Entrenar. Entrenar. Entrenar.
Fomentando esa formación continua abrimos las puertas a la retroalimentación, ya que cada miembro del equipo puede enriquecer al otro, con conocimientos y experiencias que pueden aportar un plus de excelencia al resto. Es por eso que los primeros que debemos estar abiertos a sus sugerencias somos nosotros mismos. Recordar que eso nos hace más fuertes.
Hoy en día la situación es muy cambiante, la competencia es cada vez mayor, y la diferencia positiva de una empresa reside en la calidad y profesionalismo de las personas que la integran, por lo que liderar el talento debe ser una máxima en nuestro quehacer diario.
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